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Esta bendición se compara a las más inspiradoras oraciones, tanto del A.T, como la de Números 6:24-26; y las del N.T. como las de 2 Co 13:14; Judas 24,25 y otras.
Procede el escritor de Hebreos a honrar a Jesucristo, como “el gran pastor de las ovejas” (v. 20), porque aunque un pastor pueda ser una pieza muy importante en una congregación, finalmente Jesucristo es el gran pastor y Él no dejará a los suyos descuidados. Varios aspectos doctrinales son considerados aquí.
1. Que Dios fue quien resucitó de los muertos al Señor Jesucristo (nótese que Jesús recibe el título “Señor Jesucristo”, título que únicamente se da a Él y no al Padre ni al Espíritu Santo.
2. Que Jesucristo se convirtió en el gran pastor de las ovejas (Sal 23:1) mediante el derramamiento de su sangre, estableciendo un pacto eterno. No hay posibilidad de otro pacto, pues el pacto que logró Jesucristo es eterno.
3. Que los mandatos de Dios, únicamente se pueden obedecer mediante Dios mismo, pues es Él quien “nos hace aptos en toda buena obra”, para realizar “lo que es agradable delante de Él por Jesucristo”, por tanto es Él y no ningún otro, quien debe recibir la gloria.
Este último aspecto es lo que hace toda la diferencia entre un religioso y uno que está unido a Cristo, pues mientras el religioso puede conocer la voluntad de Dios y con toda la buena intención de su corazón, quiere guardar Su palabra, no puede, porque lo hace en sus fuerzas. Mientras que aquel que está unido a Cristo, es el mismo Cristo el que hace en él las obras que son agradables delante del Dios. Por tanto, “sus mandamientos no son gravosos” (1 Jn 5:3), aunque para todo aquel que no está unido a Cristo resulten imposibles de obedecer.