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Esta sección termina con la parte medular de la vida cristiana: la fe; pues de la fe depende nuestra permanencia en el Nuevo Pacto (Rom 11:20). Dice que la fe consiste en creer firmemente que Dios, quien ha hecho la promesa de vida eterna, y de que el creyente reinará con Cristo, es firme. ¿Cómo entonces sabe el cristiano que tiene esa fe? La fe sin obras es muerta, dijo el apóstol Santiago (Stg 2:20), así que, el cristiano medita en las necesidades de los demás, y esto le sirve de estímulo para ejercitarse en el “amor y las buenas obras”. Este amor y buenas obras ha de hacerse patente en la congregación particular a la cual el cristiano pertenece. Es decir, que al congregarse, no sólo irá para adorar a Dios, sino para considerar las necesidades de sus hermanos y ayudarles. Asimismo, si abandona su congregación, abandona también este ejercicio vital. El escritor de Hebreos termina diciendo que también en la reunión cada uno recibe exhortación, esto es, ánimo para ejercitarse en el amor y las buenas obras, pues el día en que Cristo vendrá se acerca cada vez más.