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Nota interesante: Pareciera que estos versículos fueran una inserción que no tiene relación con el tema del capítulo, pues se ha estado amonestando sobre la fidelidad para entrar en el reposo de Dios, y aquí habla de lo que es la palabra de Dios. Esta singular descripción es un tema que los predicadores guardan en su repertorio de sermones, dado que tiene un perfecto bosquejo sobre lo que es la palabra del Señor.
Pero, si se observa, la mejor arma para vencer las huestes enemigas y lograr entrar un día en el reposo de Dios es la Biblia, la Santa Palabra de Dios.
Porque cada palabra plasmada en el santo libro tiene vida, dice Jehová Dios: así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” Isaías 55:11
La palabra de Dios acciona por sí sola, cuando la lee, la escribe o la escucha una persona. Su vida empieza a ser redargüida para tomar una decisión que por seguro cambiará su destino.
La Palabra es eficiente, eficaz, va directa sin atajos, clara, precisa y concisa; es como un espejo que en un momento informa de todas las imperfecciones que encuentra en el alma de quien la escudriña. Penetra en el hombre espiritual, en el hombre carnal y en el hombre animal.
El autor utiliza una inspiradora metáfora, para indicar cómo el poder de la palabra de Dios puede penetrar en los pensamientos íntimos que nadie más conoce y puede transformarlos de mal a bien. La Palabra es respaldada por el poder del Señor y puede realizar sanidades aun en el tuétano de los huesos y vivificar el cerebro, el corazón y todos los órganos del cuerpo humano. La palabra de Dios es una medicina que calma el dolor del alma y del espíritu. Es la que puede traer el descanso que el alma necesita y calmar la sed espiritual del ser humano.
La Palabra, como espada de dos filos, es una palabra que trae justicia. En su caballo blanco, “el Fiel y Verdadero” lanza una acción enérgica: “De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones…” (Ap 15:11-15). Eso, al creyente le trae bendición y justicia y al incrédulo le trae condenación y juicio.
La Palabra, tiene cinco características muy especiales e inigualables: Es viva, es eficaz, con dos filos, penetrante y puede discernir. Además, el autor añade: “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
Cuando el creyente atraviesa momentos difíciles y se siente agobiado por las situaciones, es tiempo de pensar en el reposo de Dios. No es momento de volver atrás, sino aplicar lo que dice Él en su palabra, hacerla una palabra viva, personal, “rema” como dicen algunos, que obre para bien en ese trance corto o largo.