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La práctica del amor fraternal es precisamente guardar el mandamiento de Cristo; es permanecer en Él y en su amor (Jn 15:10). De éste dice Juan: “Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre” (2 Jn 1:4). Por tanto, practicar el amor fraternal es andar en la verdad y es vivir conforme al mandamiento del Padre. Pedro nos dice que es la señal de que el alma ha sido purificada (1 P 1:22). Pero el amor fraternal, para que realmente lo sea, tiene sus requisitos: que sea sin fingimiento y de corazón puro, que sea en un ambiente de armonía (Sal 133:1), y que se practique a la manera de Cristo mismo (Jn 15:12).
- Aquí el escritor de Hebreos, por el Espíritu, menciona algunos aspectos prácticos del amor fraternal:
la hospitalidad, cuyo ejercicio lleva al cristiano a privilegios insospechados, tanto, que aun algunos —dice—, “sin saberlo, hospedaron ángeles”. Hospedar un ángel implica escuchar de primera mano un mensaje especial de parte del Señor, ¡Qué maravilla! ¡Qué bendición y privilegio!
- Dice también que otra práctica de amor es visitar a los presos, pues Jesús dijo: “estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mt 25:36). Y no se refiere únicamente a aquellos siervos de Dios que son puestos en la cárcel por el evangelio, sino aun aquellos que ahora son inconversos, pero que se convertirán en parte del cuerpo de Cristo mediante la fe y el arrepentimiento.
- Y dice de la actitud, no con arrogancia ni con un sentido de superioridad, sino con humildad, como si uno mismo estuviera ahí, compartiendo celda con ellos.
- Y dice que el amor consiste en acordarse de los que son maltratados también. Aquellos cristianos que viven en lugares en donde se persigue a los creyentes, a éstos se puede ayudar financieramente y con oraciones.