LBC Menú
Capítulos:
¿De qué manera se puede quebrantar la santidad? Aquí Dios dirige a cada uno al examen de un pecado común (quizá el que tiene más infractores). “Mirad bien”, es decir, “tened cautela”, pues podría alguno no alcanzar la gracia de Dios. Así, Hebreos nos advierte respecto a las raíces de amargura y señala la amargura como la raíz del pecado que estropea la gracia. Así, una vez más, como bien lo explica el apóstol Juan en su primera epístola universal, la gravedad del pecado consiste en pecar contra el prójimo: el quebrantamiento del mandamiento de Cristo, que es el amor. Es algo tan pequeño, pero se asemeja al caso de Esaú, quien “por una sola comida vendió su primogenitura”.
La fornicación se puede entender también como una profanación del templo del Espíritu Santo (“o profano”), un menosprecio por las cosas santas. Y si el cuerpo del cristiano es también parte del cuerpo de Cristo (1 Cor 6:15), entonces tal pecado es un pecado en contra del cuerpo de Cristo directamente.
El pecado de fornicación o de lujuria, promete felicidad fuera de Cristo, que el individuo puede ser feliz en otra alternativa distinta a la que el Señor ofrece y que funciona bien. Sin embargo, no hay mentira más grande, pues el que practica esto, en lugar de ser feliz, llena su propio corazón de amargura.
Y esta amargura no queda con el pecador. Sino que causa eventualmente contaminación a sus semejantes: “y por ella muchos sean contaminados” (v. 15).
Lo que sigue en este pasaje es una advertencia todavía mayor: la posibilidad de no poder regresar. En el universo existe algo a lo que se ha llamado “los hoyos negros”, estos son remolinos en el espacio, tan grandes, que arrastran aún a constelaciones de estrellas, y cualquier masa, por más grande que sea, si se acerca lo suficiente a este enorme remolino espacial, será arrastrada. Como dice Proverbios: “Porque a muchos ha hecho caer heridos, Y aun los más fuertes han sido muertos por ella” (Prov. 7:26). Y cuando alguien entra a este remolino gigante será imposible salir, es el punto de no retorno. De esta manera el escritor de Hebreos dice: “Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (v. 17). Hay quienes jamás regresan al camino del Señor, y aunque derraman lágrimas lamentando su error, están tan atados, que jamás son capaces de tener un arrepentimiento genuino.