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El principal propósito de la venida de Cristo a la tierra fue para salvar a los hombres y llevar muchos hijos a la gloria. Para ello estuvo dispuesto a arrostrar las aflicciones propias de la naturaleza humana. Tentaciones de todo tipo, desprecios de su propio pueblo, incomprensión de la familia, rechazo a sus enseñanzas. Pasar noches en oración le fortalecía y preparaba para los siguientes retos, hasta llegar al supremo momento de su sacrificio, para obtenernos “eterna redención”
Tomando cuerpo humano, fue hecho menor que los ángeles, se humilló y al vencer con su muerte, les dio a los hombres potestad de ser llamados hijos de Dios, de ser sus hermanos y al llegar al padre se derramó el humilde Espíritu Santo para santificar a los redimidos así como Él es Santo. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré.
Anuncia a sus hermanos el nombre de Dios. El escritor de los Hebreos tenía en mente el cantico del Salmo 22, se imaginó el sufrimiento de Jesús, el dolor con el que exclamó “Dios mío ¿por qué me has desamparado? Sin embargo escribe lo mas glorioso anunciar el nombre de Dios a sus hermanos, Dándole la alabanza a Dios, Jesús colocó al hombre en un lugar de honor les mostró el camino al padre y con su alanza a Dios los enseño a alabarle.
También hace alusión a Isaías 8:17,18 que muestra como Él tuvo que ser igual a los hombres para simpatizar con ellos, identificarse con ellos. Cristo vino y sufrió lo mismo que los hombres para poder acercarse a ellos y poder rescatarlos del pecado.
b b2.12: Sal. 22.22
c c2.13: Is. 8.17.
d d2.13: Is. 8.18.