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En teoría, la justicia de Dios podría alcanzarse guardando todos y cada uno de los requerimientos de la ley de Moisés durante toda la vida sin cometer un solo pecado. Sin embargo, las Escrituras dicen: “No hay justo, ni aun uno” (Ro 3:10; Sal 14:1), ninguno excepto Jesús. Pablo desafía a los gálatas: “y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley”. Santiago agrega: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Stg 2:10).
Así, Pablo recuerda a los romanos, pero en especial a los judíos, que Moisés mismo dijo que la vida eterna puede alcanzarse solamente obedeciendo todos los mandamientos de Dios, pues dice: el hombre que haga estas cosas vivirá por ellas. (Deuteronomio 30:12)
“Pero la justicia que es por la fe dice”… aquí el apóstol contrasta la justicia por la fe y la describe como una negación: no digas en tu corazón. Su explicación es que la justicia que es por la fe no consiste en ver, pues la fe, como lo define el autor de Hebreos, es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Heb 11:1). Es por ello, que la fe cree en el Cristo resucitado sin haberle visto, como también lo dice Pedro: “a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso” (1 P 1:8).
Los que no creen está aquí encerrados en dos grupos, los que quieren traer abajo a Cristo –pues creen que Cristo murió como todos los hombres, más no resucitó corporalmente y su espíritu está arriba, en el cielo– y los que quieren hacer ascender a Cristo de entre los muertos –pues creen que Cristo aún está abajo, en la tumba, sin conciencia de existencia-. Necesitan verle primero antes de creer.
Aquí, quizá Pablo está pensando en los dos grupos de religiosos judíos más importantes de su tiempo, los fariseos, que creía en la resurrección espiritual y los saduceos, que creían en que el alma perece después de la muerte. Sin embargo, el Señor dijo: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Jn 20:29).
Y como también lo dice en los versículos siguientes de este capítulo diez, consiste en creer en la resurrección corporal de Cristo de entre los muertos.