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Llegado este momento Pablo ha hechos algunas afirmaciones, las cuales muchos lectores de la Biblia han interpretado como que la Ley era algo pecaminoso. Por tercera vez Pablo expresa una rotunda negación ¡Que nunca sea así! (“me genoito”, una exhortación contundente al igual que en 6:1,15). - yo no conocí el pecado sino por la ley…- Aquí el apóstol Pablo se revela a sí mismo en la experiencia en su inmersión al fariseísmo por medio de la ceremonia del Bar Mitzvah. Desde ese momento el conocimiento de la Ley agitó el deseo ilícito del hombre nacido bajo pecado, exaltó el ego en independencia y desobediencia a la Ley moral que demandaba la total devoción al Creador. El décimo mandamiento ordena “no codiciarás” (Éxodo 20:17). Teniendo presente el decálogo el apóstol Pablo toma el décimo mandamiento que da directamente en la misma raíz del pecado residente en el corazón del hombre y sus deseos perversos que como todo deseo ilícito destruye las relaciones con los demás. De ahí que Jesucristo dijo; “Amarás al Señor con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo” (Deuteronomio 6:5; Mateo 2:37-40). Ya que la codicia (epithumia) originalmente fue el deseo de exaltación por encima del trono de Dios.
En hebreo Bar-Mitzvah significa “hijo del deber”. Es decir, que después de los trece años el joven judío asumía las obligaciones morales y religiosas de un adulto. Con anticipación aprendía la lista de bendiciones relacionadas con la lectura de la Torá, y luego pronunciaba en la sinagoga un discurso en el que expresaba sus deseos de cumplir los mandamientos de la religión judía. Los judíos ortodoxos siguen celebrando esa ceremonia.