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En este versículo Pablo da una razón y una conclusión: “Porque …; Así pues;”. Pablo habla de la total consagración que el cristiano tiene en Cristo, una vida cristiana enteramente dedicada al Señor. El redimido de Cristo no pertenece ya a sí mismo, ni en su vida ni en su muerte; pertenece a Aquel que ha pagado su precio de rescate y que lo ha adquirido para su propiedad. En la segunda carta a los Corintios, Pablo dice: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando en esto; que, si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió para que los que viven, ya nos vivan para sí, sino para Aquel que murió y resucito por ellos” (5:13-15).
La vida de Cristo, su muerte, su resurrección, toda su obra, es así considerada como el gran motivo por el cual el cristiano le pertenece en particular en una íntima unión. La obra de Cristo ha sido la adquisición, la compra, la conquista de los vivientes y de los muertos. ¡Nadie ose tocar su propiedad!
El argumento en estos versículos es que cada uno de nosotros vive o muere decididamente para el Señor, de quien somos. En ningún sentido somos señores el uno del otro, sino que pertenecemos sólo a Cristo, quien vivió y murió para gobernar sobre todos los que creemos en él, y no para que fuéramos señores el uno de otro, o de la fe de los demás.