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Y para cerrar con broche de oro, un cántico en pocas palabras, la exaltación y alabanza al único Dios fiel y verdadero. Después de haber enviado Pablo y sus colaboradores saludos a los hermanos de Roma, en una forma magistral hace un resumen del tema de toda esta carta:
Al Dios sublime que respaldaba el evangelio de Pablo y no porque Pablo hubiese inventado este evangelio, sino que predicaba la salvación ofrecida y ganada por Jesús con su vida, crucifixión, resurrección, ascensión y promesa de segunda venida. El mismo evangelio que él recibió de Jesús cuando se le mostró camino a Damasco y lo comisionó “para llevar su nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel”
“La revelación del misterio oculto” que Daniel (Dn 4:9,27) y otros profetas vieron a la distancia, pero que fue revelado por Cristo, y que Mateo, Marcos Lucas y Juan registraron en sus evangelios de una forma completa y detallada y que Pablo confirma en ésta y otras cartas como en Efesios 3:1-13, en donde hace la declaración sobre este trascendental asunto, muy personal: “que por revelación me fue declarado el misterio… misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres… que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio”
Confirma el mismo importante concepto escribiendo a Timoteo (1 Tim 3:16) … e indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.”
“Al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén”.