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El tema de la epístola a los Romanos es la justificación por la fe en Cristo (3:22-24). Pablo explica, a través de la carta, los beneficios y resultados que conlleva la justificación. Desde el capítulo 13:8 hasta el 15:13 trata sobre el servicio del creyente como fruto de esta justificación. Por tal motivo, el justificado debe tener actitudes correctas hacía los demás creyentes. De esto trata el capítulo 14. La consideración que deben tener los cristianos más fuertes para con sus hermanos más débiles, que es equivalente al gran mandamiento que nos dejó el Señor Jesucristo.
En cordial compañerismo cristiano se debe “recibir al flaco en la fe”, como se les llama en otra versión. ¿Quiénes son los “flacos en la fe”? La TLA (Traducción en Lenguaje Actual) dice: “a los que todavía no entienden bien qué es lo que Dios ordena”. Son aquellos cristianos cuya fe necesita una firmeza y amplitud que le eleven por encima de los escrúpulos pequeños. No se trata aquí ni de valor ni de carácter, sino de escrúpulos en cuánto a la comida o en relación a los días que debían de considerarse como sagrados o no. Tampoco se trata de los “judaizantes” que querían forzar a los creyentes gentiles a ser circuncidados para guardar la ley, sino de personas escrupulosas, cuya conciencia no podía liberarse de arraigadas impresiones pasadas. Los judaizantes predicaban “otro evangelio”, el cual Pablo condenó en la carta a los Gálatas (Ga 1:6,7).
Los hermanos “débiles en la fe” eran cristianos de la iglesia en Roma cuyos escrúpulos no precedían de ningún error fundamental sino de la sensibilidad excesiva de su conciencia.
Pablo exhorta a los creyentes “maduros” a “RECIBIR” a estos cristianos débiles. Este acto se refiere a reconocer por medio del discernimiento del Espíritu, que los tales son hombres de fe. Tanto el débil como el maduro son miembros el uno del otro si están en Cristo. Por lo tanto, la asamblea debe dar la misma bienvenida a los cristianos “maduros” que a los “débiles”.
Dice el apóstol: “Si en algo no están de acuerdo con ellos, no discutan” (TLA). Se les recibe no con el propósito de convencerles sobre algún punto en disputa, sino en plena confianza fraternal y en cordial intercambio de afecto cristiano.