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Aquí Pablo habla de la gravedad espiritual de Israel y que Dios no alteraría su naturaleza justa por causa del amor con que había amado a Israel. Que aun si hubiera tan sólo unos pocos que fueran salvos, no por ello el Señor rebajaría sus estándares. Esto nos recuerda el pasaje que dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb 12:14).
Con esto el Espíritu Santo nos recuerda que el estandar de santidad que Dios ha establecido no puede rebajarse ni por el amor que Él nos tiene, ni por causa de la maldad en el mundo, ni por las nuevas modas y corrientes mundanas que imperan en nuestro tiempo, ni por causa de nuestra humana debilidad; pues aun si tan sólo unos pocos fueran salvos, no por ello Dios dejará de tener el mismo requerimiento.
Así, Él declara que tal y como sucedió con Israel, lo mismo podrá suceder con nosotros los gentiles. Israel estuvo a punto de ser exterminada del todo, tal y cómo sucedió con Sodoma y Gomorra, pero el Señor reservó para sí un remanente fiel (Is 10:22, 37:32). Y fue precisamente de ese remanente que vino nuestro Señor Jesús.