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Sumisión a las autoridades, Ro 13:1-7

Romanos 13:2-4
“De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. 3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; 4 porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo”


El hombre al ser creado dependió del gobierno teocrático. Dios fue quien le dijo que le pusiese nombre a todos los animales, y que no comiese del árbol del bien y del mal. Sin embargo el libre albedrío del hombre, lo llevó a seguir sus impulsos y desobedeció a Dios. Dejó de tener comunicación con Dios, fue expulsado del huerto del Edén, recibió la consecuencia de su desobediencia, por sus pecados el hombre se separó de Dios. Entonces Dios tuvo que permitir que hombres se colocaran en posiciones de gobierno y el pueblo se sometiera a ellos.

Jesús predicó esta misma doctrina: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” Mt 22:22 (ver comentario de Mt 22:15-22) Jesús no separó la divinidad de las autoridades terrenales, le dio el lugar que les corresponde, reconociendo que por Dios fueron puestas. El obedeció y respetó a todos los gobernantes, prueba de ello es que también pagaba sus impuestos.

Tres principios fundamentales en estos versículos del por qué se debe obedecer a la autoridad.
• La autoridad hace bien a quienes son buenos.
• La autoridad infunde temor al malo.
• La autoridad ha sido puesta por Dios para servir a la comunidad.

La autoridad civil no es un ministro al servicio de Dios, es un ministro al servicio de los conciudadanos, para hacer respetar la jurisprudencia y el principio de derecho que regula las relaciones personales. Cristo y la iglesia son quienes recuerdan a los gobernantes que su poder es autónomo, pero no absoluto, pues por Dios han sido puesto.

“No en vano lleva la espada”. La espada es símbolo de la autoridad que se recibe, para ejercer el poder y conservar la paz con todo lo que sea necesario, utilizando las armas (espadas). Tal no es solo un adorno de la vestimenta de la autoridad, pues se utilizan para castigar al agresor.

El castigo no es impuesto por Dios, el castigo lo impone la autoridad terrenal a los infractores de la ley, Dios permite, que así suceda pues el es el que tiene el dominio en el reino de los hombres (Dn 4:2). Aunque hay que diferenciar la autoridad, del autoritarismo, la persona que posee la autoridad hace cumplir la ley, aplica las sanciones que ya están estipuladas en las cartas magnas. El autoritarismo es el que hace cumplir sus órdenes y mandatos, impuestos por su persona, no por los legisladores que estudian las faltas que cometen los infractores y las sanciones que merecen.

La Biblia menciona en el Antiguo Testamento, que quien infringía la ley debía ser juzgado (Esdras 7:26; Pr 29:4,14; 1 Ti 2:2). Para que al cristiano se le hiciera más fácil respetar a las autoridades, Jesús envió al consolador, quien daba fortaleza y gozo a los apóstoles en el momento de adversidad. El ejemplo más notable e inspirador lo proporcionan Pablo y Silas llevados ante las autoridades por predicar la palabra de Dios, después de haber sido azotados con varas, y puestos en el último calabozo con los pies dentro del cepo, oraban y cantaban himnos a Dios. (Hch 16:16-25).

Nota Sociológica:

Desde mediados del siglo XX, las personas han demeritado a la autoridad; se ha perdido el respeto y amor hacia los padres, hacia los hijos y hacia la pareja. Si no hay autoridad que se respete en el hogar, es muy probable que tampoco se respeten a las autoridades educativas y civiles. Es momento que el verdadero creyente haga la diferencia, brille como una gran lumbrera en la sociedad, manteniendo su casa ordenada con reglas claras observadas por los padres y seguidas por los hijos, que se puedan cumplir. Y con el ejemplo se muestre respeto y cumplimiento a las leyes civiles, pues es la mejor forma de enseñar.



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