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En el primer versículo de esta hermosa carta el apóstol Pablo asume de forma directa su posición de siervo de Jesucristo, la palabra que escoge para esta caracterización es el griego doúlos, la cual da el sentido de sujeción o subordinación y tiene los sinónimos de esclavo, siervo, esclavitud, servicio. Adjetivaciones que, por cierto, eran bien entendidas por los primeros lectores de esta carta, dado el contexto sociopolítico de esclavitud del primer siglo.
Luego, pasa a reconocerse como apóstol, no para ocupar una posición jerárquica sino para ser un delegado, un embajador (en cadenas diría después), un comisionado de Cristo para hacer el trabajo encomendado con poderes milagrosos. Asimismo, Pablo reconocería en 1ª. Corintios 4:9 que: “ según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres.” Esta perspectiva del ministerio y llamado, hacen de Pablo el siervo ideal para ser usado por Dios.
Al mismo tiempo, enfatiza su llamado a proclamar el evangelio (evanguelion) o sea el buen mensaje del evangelio. No había otra razón para Pablo en este llamado, que no fuera predicar el mensaje de salvación como lo anota en 1ª. Corintios 9:16: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!”