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En los tiempos posmodernos nada es fijo y casi todo es aceptable. No existen asideros y sí muchas vertientes de la cuales la sociedad hace valer sus derechos humanos; mismos son el paraguas donde se amparan la mayoría de los gustos y preferencias sexuales. Por esta razón es importante analizar este pasaje bajo la premisa de buscar la intención del escritor Pablo a sus lectores originales y con la interpretación del griego como idioma original.
Por consiguiente, cuando el Espíritu Santo a través de Pablo dice que “Dios los entregó a la inmundicia” está declarando la impureza física o moral del individuo, “en las concupiscencias de sus corazones, …” la concupiscencia es el deseo, la pasión y la codicia por lo prohibido. Pablo va discurriendo, desnudando la perversidad del corazón del hombre, por eso escoge puntualmente las palabras exactas para describir el proceso de la desviación que la raza humana ha estado viviendo bajo su libre voluntad.
De ahí que, deshonrar entre sí sus propios cuerpos, tiene que ver con hacerlo infame, tener desdén por él o maltratarlo. Al cambiar la verdad de Dios por la mentira, -ψεῦδος pseúdos- el hombre escoge la falsedad y desecha la veracidad de la divinidad suprema. Las prioridades del hombre caído no son darle honra al Creador, y al no hacerlo muestra su desprecio al que es bendito por los siglos.