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Este es otro punto de la vida religiosa que revela las naturales diferencias de opiniones entre los creyentes en Roma y en que debían soportarse unos a otros. Pablo trata sobre los días de “sábado”, de “luna nueva” y de otras fiestas, a las cuales los cristianos convertidos del judaísmo no podían aún renunciar. En Colosenses, el apóstol hace mención al respecto diciendo: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” Colosenses 2:16,17.
El que estima un día más que otro es el hermano débil, y el que considera todos los días iguales, para servir al Señor, es el maduro. El guardar días en el Antiguo Testamento era sombra de lo que vendría a ser la verdadera dimensión establecida por Jesús. Adoramos y servimos a Dios todos los días, no solo unos específicamente.
Pablo insiste en interpretar correctamente los móviles de los hermanos cuyas prácticas son divergentes. El que hace distinción del día, lo hace para la gloria del Señor; entendiéndose también que el que comprende el carácter sagrado de todos los días, también desea glorificar al Señor. El que come legumbres, lo hace con acción de gracias y el que come de todo, también lo hace con acción de gracias.
Cada hermano debe ser consecuente consigo mismo y con su conciencia: “cada uno esté convencido en su propia mente”. Cada uno tenga libertad sin ser juzgado por los demás. ¡Moisés nunca podría haber dicho cosa semejante! La ley no permitía ninguna libertad de acción en esta materia. Pablo dice que cada hermano debe tener libertad, cada uno debe adquirir una persuasión personal y firme, a fin de no obrar por el impulso de otro. En los asuntos religiosos, ninguno puede estar plenamente persuadido a menos de reposar sobre el fundamento de la verdad divina, de la verdad revelada. El apóstol Pablo no desea exhortar a los débiles a conservar sus errores, ni a edificar sobre arena movediza de sus propias opiniones, sino más bien a adelantar en un conocimiento cada vez más completo del evangelio, a fin de llegar así a una “plena persuasión”. ¡Gloriosa libertad en la que vivimos por Cristo Jesús!
El punto esencial, en las cosas que no son claramente ordenadas o vedadas por la palabra divina, está en que hagamos todo en un espíritu de filial obediencia a Dios, y nada siguiendo nuestra propia voluntad.