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Pablo tiene el propósito primordial de llevar a la iglesia judía en Jerusalén una ofrenda de los hermanos de Macedonia y Acaya y ministrar a los santos. Más adelante Pablo en su defensa ante el gobernador Félix, confirma el propósito de su viaje a Jerusalén: “Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas” (Hch 24:17). “Está haciendo alusión a la gran ofrenda que venía promoviendo durante los dos últimos años en todas las regiones donde estaban las iglesias que él había establecido (1 Co 16:1-4, 2 Co 8,9)”. La ofrenda no era una imposición económica, sino un sacrificio espiritual (Fil 4:18) Samuel Pérez Millos, Romanos pág. 1073 y 1076
Pablo no se imaginaba que iba a ir a Roma custodiado como prisionero. Pero esto cumplía el propósito soberano de Dios de que había de testificar en Roma. “A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.” (Hch 23:11).
Pablo deja bien asentado un principio de gratitud y reconocimiento: “Que los que siembran entre nosotros lo espiritual, deben de ser correspondidos con lo material”. Lo menciona en el pasaje de 1 Co 9:11: “Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Jesús recalcó a la mujer samaritana que “la salvación viene de los judíos” en consonancia con lo que Pablo dice sobre lo espiritual que recibieron los romanos de los judíos. (Juan 4:22)
Pablo estaba seguro de su viaje a Roma: “Se que cuando vaya a vosotros”, y también estaba seguro de la forma tan plena en la que iba a llegar: “Llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo” La fuente que bendice es Cristo, el material humano usado en esta ocasión fue Pablo. (1:11, 12). Si llegó a Roma desde luego, pero no en las circunstancias que pensaba, sino como Dios lo había previsto.