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En el griego existen varios términos para referirse a la palabra amor. Agape, es una importantísima y se traduce como amor divino, el amor sublime desinteresado que tiene Dios para con el hombre (Jn 3:16) y mora en cada creyente al aceptar a Jesucristo como su salvador (1 Jn 4:8). Este amor no puede ser cambiante, no se ama porque se pueda obtener algo, se ama sin esperar ser correspondido. El capítulo 13 de 1ª Corintios lo describe ampliamente, como ningún otro: es benigno, todo lo cree, todo lo puede, todo lo soporta y 11 características más.
Así que en la iglesia del Señor no cabe la hipocresía, se ama a las personas, porque también han sido lavadas con la sangre de Cristo y se han transformado en hermanos en la fe. Aun si son débiles en la fe y aun maltratan o rechazan a sus nuevos hermanos, el amor de Dios en la vida del creyente, lleva a amar por igual sin resentimientos.
“Amaos los unos a los otros con amor fraternal”, el griego utiliza la palabra philostogoi para describir el amor entre hermanos en Cristo. Este es un cariño y/o afecto que lleva a cuidar, respetar, honrar, a los hermanos de la iglesia. Este amor lleva consigo seguir lo bueno, lo que beneficia a la obra, lo que ayuda a los creyentes, lo benigno, un amor puro, sin reservas, sin fingimiento, por ello se desecha todo lo malo, lo que destruye, traiciona y defrauda.
Para el apóstol Pablo era muy importante que entre los hermanos de la iglesia de Roma hubiera armonía, colaboración y cooperación; cada uno siendo una parte importante en el engranaje de la iglesia, pues el hombre por naturaleza tiende a establecer relaciones sociales complicadas. Mas en la nueva vida en Cristo la primera virtud del fruto del Espíritu Santo es el amor, el cual no se puede esconder. Se muestra en todo momento.