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Pablo aborda el tema de la justificación por la fe recurriendo a su experiencia personal, una vez superada la Ley (entendiendo la gracia como don) se tiene plena conciencia del pecado, se encuentra la paz al ser revelada la maldad que habitaba en nosotros y que fue removida por medio de la obra de Cristo. Ahora se obtiene acceso a un estado de gracia, al favor inmerecido de Dios; una posición perfecta y permanente en la que estamos firmes; además, nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios, se diría, eso es participar de su gloria.
Durante el periodo de la Reforma (1517-1648), los teólogos protestantes criticaron la teoría tradicional católica. Y enseñaron que el hombre ya justificado no dependería ni necesitaría del “Vicario de Cristo o Cristo vivo” (sumo pontífice) para salvarse. Lutero enseñó enérgicamente que el tema de la justificación era el punto que “hace que la Iglesia se mantenga en pie o caiga”, razón por la cual censuró la venta de indulgencias, que tergiversaba la enseñanza cristiana, haciendo que las personas descansaran en perdones falsos para sus pecados y no en la Obra gratuita del Calvario.
Durante la Reforma surgieron las “cinco solas”, frases que resumen el credo de los reformadores en contraposición con la doctrina católica:
1. Sola scriptura (solo por medio de la Escritura)
2. Sola fide (solo por la fe Dios salva)
3. Sola gratia (solo por la gracia)
4. Solus Christus (solo a través de Cristo)
5. Soli Deo gloria (solo para Dios la gloria)
La doctrina de la justificación (del latín justificatio y del griego dikaiosis), es un punto central dentro de la teología del cristianismo. Como término teológico, es el acto de Dios de quitar la culpa y el castigo por el pecado haciendo justo a un pecador por medio de la obra vicaria de Cristo. Esta doctrina fue presentando diferentes vertientes, de acuerdo a la importancia que se otorgó a la fe, las obras, la voluntad humana, la voluntad divina, el libre albedrío y la predestinación en el proceso de la justificación.