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ROMANOS CAPITULO 16
Saludos personales, Ro 16:1-16

Romanos 16:1-2
“Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; 2que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo”.


Este capítulo es tan valioso como cada uno de los anteriores, algunos eruditos consideran que fue una carta insertada de último momento, para recomendar a la hermana Febe. El glorioso Espíritu Santo que guiaba la pluma de Pablo, quiso dejar testimonio de la unidad en la iglesia primitiva, la valía que tenía cada miembro en la iglesia naciente y a través de sentidos escritos se agradecía lo mucho o lo poco que se había recibido. Puede catalogarse como un capítulo de ética cristiana. Podría suponerse que Pablo llevaba días haciendo la carta cuando se enteró que la hermana Febe iría a Roma, y es cuando escribió estas últimas líneas llenas de saludos, no fuera de contexto, ni como agregado, sino en el momento apropiado.

Las personas se sienten apreciadas cuando se les llama por su nombre. Es sencillo decir buenos días, sin embargo, al decir: Doña Beatriz, ¡que tenga un buen día! surge un cambio en el semblante de la persona, la frase le hace brotar una sonrisa alegre, y el momento se transforma en un ambiente de cordialidad.

Los saludos dan muestra de lo atento, cordial y agradecido que era el apóstol Pablo, dejan un testimonio de los lazos de amistad, tan estrechos que estableció con cada uno de los miembros en las diferentes iglesias que fundó.

Para Meditar

En la misiva con mucha seguridad recomienda a la hermana Febe, pues conocía su trato como diaconisa en la iglesia de Cencrea. Es agradable llegar a una iglesia en un lugar lejano y sentir un afecto especial como si se conocieran mutuamente de mucho tiempo. Es ese tipo de amor que une a los creyentes y que hace que los recién llegados creyentes o simpatizantes se sientan en casa. Afectos que deben fomentarse y que nunca deben desaparecer.



Con un nombre pagano, Febe, que significa brillante, resplandeciente, hacía honor a su nombre. Por el trato de Pablo se deduce que era una hermana gentil, desarrollando el ministerio de diaconisa en la iglesia de Cencrea, un puerto oriental a 10 km de Corinto. Las virtudes que le caracterizaban: hospedadora, de buen testimonio, ayudadora, atendiendo a Pablo y a sus colaboradores.

Diversidad de personas emigraban a la capital del imperio, entre ellas Febe, de quien no se especifica el motivo que le llevaban a aquella gran ciudad. Ahora cosecharía lo que había sembrado, recibir la ayuda que necesitara, ya fuere hospedaje, alimento o que se le guiara por la ciudad. Qué honor y responsabilidad, para esta mujer que Pablo en esta carta que se estudiaría por las edades, mencionara las cualidades que le respaldaban.

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