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ROMANOS CAPÍTULO 6
Muertos al pecado, Ro 6:1-14

Romanos 6:1-2
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? "


Breve introducción: El apóstol Pablo en esta doctrinal epístola dedicó los capítulos 3 al 5, a ampliar sus premisas sobre “la justificación por la fe” y ahora dedica los capítulos 6 al 8, para fundamentar la importante doctrina sobre “la santificación del creyente”, es decir lo que se espera de quien ha comenzado una vida nueva en Cristo.

En el presente capítulo 6, en su particular estilo de hacer preguntas, para establecer radicales enseñanzas con sus respuestas, Pablo lanza una pregunta fundamental: ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? Y él mismo la contesta, “en ninguna manera” (Una figura retórica, que el Apóstol usa con frecuencia. E. Lund en su conocido texto de Hermenéutica le llama Interrogación). Pablo desafía una idea errónea que se estaba infiltrando, en el sentido de que los creyentes podían continuar en el pecado y conservarse salvos, debido a la manifestada gracia de Dios por medio de Cristo. Pablo enfrenta esa tergiversación “antinomiana” de la doctrina de la gracia, recalcando que el creyente verdadero “está en Cristo” por su muerte al pecado.



Nota histórica

el antinomianismo (del griego, anti, contra y nomos, ley) fue llamado así por Martín Lutero en sus controversias con Juan Agrícola, quien objetaba el uso de la Ley de Israel, principalmente el Decálogo, aplicado a los creyentes actuales, y como un medio de llamar a los pecadores al arrepentimiento, diciendo que la predicación del evangelio era suficiente (Dicc. Teológico, por Justo González Ed. CLIE,pág. 27)

Los antinomianos argumentaban también que el evangelio predicado por el apóstol Pablo los liberaba de la observancia de la ley moral del Antiguo Pacto. Lutero en su tiempo, defendió el uso de la ley, tanto en la enseñanza, como en la predicación, diciendo que la ley ceremonial y la ley civil fueron abrogadas, pero que la ley moral se aplicaba a lo que no estuviera en conflicto con la fe y el amor, Calvino pensaba en forma muy semejante. Lo cual es una posición diferente de los antinomianos que rechazaban la ley del Antiguo Testamento.

Aceptar que se podía perseverar en el pecado para que la gracia abundara era un serio peligro que podían socavar las verdaderas enseñanzas que con tanto ahínco el apóstol predicaba. (léase también Judas 4). La iglesia nominal que iba surgiendo, en suma no había comprendido la justificación por gracia y estaba tergiversando las enseñanzas del apóstol Pablo, para justificar su inmoralidad. Habían difundido rumores de que Pablo predicaba “… ¿por qué no hacer lo malo para que venga lo bueno? Y por eso Pablo recalcaba que los que lo querían desacreditar afirmaban que él enseñaba. (Ro 3:7,8)

Debido a esto el apóstol trata con minucioso detalle la doctrina de la gracia gratuita. La premisa paulina fundamental del capítulo 6 es que ya no se puede vivir esclavizado por el pecado, ya que el resultado de la vida nueva es la santificación. Pablo expresa que la resistencia continua al pecado debe caracterizar al creyente como efecto de la nueva vida en Cristo (6:11; 8:1).

Si Jesucristo murió en nuestro lugar (5:6-8), “de ninguna manera” se puede vivir la vieja vida pecaminosa heredada de Adán. (del griego me genoito, traducido ¡qué nunca sea así!, que aparece 14 veces en las epístolas de Pablo y de esas 10 en Romanos). El que vive en novedad de vida no puede ser hospitalario con el pecado en su vida. Esta es la expresión más enérgica de Pablo para repudiar la afirmación de los antinomianos, repetida diez veces en la carta a los romanos, con la expresión ya mencionada en el griego. ¡De ninguna manera se puede reconciliar la nueva vida en Cristo, con una práctica deliberada del pecado!



Nota Doctrinal

En éste capítulo Pablo defiende fuertemente la doctrina de la gracia gratuita sostenida por la iglesia protestante, y de manera particular por las Asambleas de Dios. En ella se enseña a los nuevos convertidos que toda persona que ha entregado su vida a Cristo con pleno arrepentimiento y confesión de fe, no podrá usar la gracia divina como una licencia para pecar.

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