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Ernesto Trenchard comenta: “La ambición (philotimeomai= esforzarse) es un impulso dañino o beneficioso, según el objeto que se persiga. Pablo había abandonado todo lo que podía ambicionar el hombre carnal... coordinando todos sus esfuerzos para conseguir la extensión del reino de Dios”. (Epístola a los Romanos pág. 356)
Pablo menciona el 1a. Cor 3:10: “conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima, pero cada uno mire cómo sobreedifica.” Pablo no era un sobre edificador sino un edificador, procurando exponer el evangelio donde todavía Cristo no había sido anunciado, creído o aceptado.
Pablo plantaba la semilla del evangelio en surcos vírgenes, donde nunca habían oído acerca de Cristo, donde Cristo jamás había sido anunciado. Fue por ello el receptor de duros golpes en su ministerio, él era la punta de lanza en el ministerio apostólico de ciudades que nunca habían oído de Cristo, en algunas bien recibido en otras no, las tres listas que hace de lo que parecen una serie de desgracias de 2 Corintios para él son “un cada vez más excelente peso de gloria”, (2a. Cor 4:17) y afirma a pesar de las oposiciones: “Mas a Dios gracias, que nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio nuestro manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento.” 2 Co 2:14 y otras ocasiones más que se mencionan en 2 Corintios 4:7-12; 6:3-10; 11:21-33.