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Continua Pablo exponiendo su sabiduría en Cristo afirmando que la ley es inspirada por el Espíritu Santo (2 Timoteo 3:16,17; 2 Pedro 1:19-21). “mas yo soy carnal”, hecho de carne y sangre moralmente impotente ante la tentación, entregado a la naturaleza pecaminosa desde el Edén. Realmente, continua Pablo, “mi proceder no lo explico” (NVI). Me descubro estupefacto practicando conscientemente lo que odio y desprecio; entonces comprendo que la Ley como voluntad divina es en extremo beneficiosa para mí, concluye Pablo.
Debe apreciarse el estoicismo del Apóstol Pablo, al hablar del escabroso tema de la pecaminosidad yacente en el ser humano transformado, y su lucha permanente para obedecer al Espíritu Santo. Y describir todo en primera persona, como si él fuera el más terrible pecador, es decir no colocar las faltas en sus lectores. ¿Tendremos nosotros el mismo valor para aplicarnos la Palabra en primera persona, antes de pensar en los demás?