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Andar en la nueva vida significa que el creyente fue de una vez por todas unido a Cristo de forma vital y creciente, dejando atrás de una vez por todas la vida de pecado. Hay que agregar algo importante: el bautismo solo se practicaba con los adultos que, conscientes de su significado, se identificaban en la semejanza de la muerte del cuerpo humano de Jesús, para identificarse también en su resurrección.
En algún momento cuando la iglesia diluyó los principios bíblicos comenzaron a bautizar a los infantes “con agua bendita” y ya no sumergiendo a los adultos.
Ahora, el viejo hombre (la antigua manera de vivir, es decir una vida vieja y desgastada practicada por el inconverso, herencia del primer Adán) de manera decisiva muere en la cruz junto a Cristo. “He sido crucificado con Cristo, y ya no soy yo el que vive, sino es Cristo quien vive en mí; y esa vida que ahora vivo en la carne la vivo en la fe, en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gálatas 2:20)
Sin embargo, es de advertir que la nueva vida en Cristo esta arropada en un cuerpo imperfecto que todavía no ha sido transformado por la resurrección. Debido a esto, hay una lucha permanente entre las dos naturalezas internas del cristiano: la vieja y desgastada vida heredada de Adán y la nueva vida imputada por Jesucristo, el segundo Adán. Llegando a este punto Pablo no está diciendo que el creyente en santidad ya nunca va a cometer algún pecado, sino que ya no hay deleite al cometer pecado, como antes. A lo cual, todos los nacidos de nuevo pueden asentir.
El poder y gracia del Espíritu Santo, será una permanente ayuda para el creyente dispuesto a continuar abandonando el pecado y nunca practicarlo más. (2 Pedro 2:19; Juan 8:34) “a fin de que no sirvamos más al pecado”. Pablo continua su respuesta a los inmorales antinomianos diciéndoles que el creyente que se ha identificado por medio del bautismo por inmersión con Cristo, ya no practica con placer el pecado sino que lo combate, de modo que ahora puede presentarse libre de pecado por medio de la justicia lograda por Jesucristo en la cruz, otorgada por gracia divina al hombre.
El bautismo en agua practicado a los nuevos creyentes, dentro de las Asambleas de Dios y la gran mayoría de iglesias cristianas, es efectuado por inmersión, a personas mayores con pleno entendimiento de lo que realizan, pues los infantes no pueden cumplir con lo que la Palabra enseña y en ninguna parte de la Escritura se encuentra algún ejemplo que lo respalde. Los adolescentes que han manifestado un pleno arrepentimiento de sus pecados y confesado su fe en el salvador Jesús, pueden ser bautizados. La fórmula que se sigue, es la que el Señor Jesús señaló en Mateo 28:19: “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”
Este acto simboliza el poder limpiador del Espíritu Santo (Ezequiel 36:25; 1 Corintios 6:11; Efesios 5:26; Hebreos 10:22) y la incorporación de la persona al pueblo de Dios, la iglesia. También simboliza la muerte del viejo hombre o el hombre inconverso a una nueva naturaleza o nuevo hombre, en Jesucristo.
