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En este sentido, cuando Pablo dice “no me avergüenzo del evangelio porque es poder de Dios…” lo expresa con conocimiento de causa; a estas alturas Pablo ya conocía el poder que había en la Palabra de Dios, pues había visto su efecto en tantos lugares, destacando lo ocurrido en la cosmopolita ciudad de Éfeso, según se narra en Hechos 19, en donde por las poderosas manifestaciones del poder de Dios, la Obra creció y se extendió maravillosamente.
La palabra que escoge Pablo para “poder de Dios”, es δύναμις, Dúnamis, la cual significa fuerza, poder milagroso, eficacia, maravilla, potencia y potestad. Este poder milagroso no es milagrería barata, tiene un propósito: “es salvación a todo aquel que cree”. Esta salvación es el buen mensaje que incluye la liberación, la libertad y la salud y así se traduce del original σωτηρία, sotería, que da origen al término teológico, “Soteriología” o Doctrina de la Salvación.