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La palabra “piensas” tiene la connotación de hacer un inventario mental. En ese pensamiento el “tal hombre”, juzga o resuelve condenar -mental o judicialmente- y se erige como juez. Pero si juzga y practica lo que juzga, entonces, según esta palabra, no podrá huir del juicio de Dios. Es la sentencia del máximo magistrado celestial: Jehová de los ejércitos.
Lo anterior va en línea con el pensamiento paulino de Gálatas 6:1, donde se previene al creyente para que, si sorprende a alguno en una falta, que primero se considere a sí mismo, no sea que también sea tentado en lo mismo. No se puede ni se debe desestimar la máxima bondad de Dios, como lo describen esos versículos. Dios tiene gran paciencia para con la raza humana. En su paciencia, Dios se domina a sí mismo; en su longanimidad, el aguanta y tiene clemencia; el único propósito de todo esto es conducir al creyente a una compunción, una aflicción que produzca tristeza y arrepentimiento.
Así pues, existe un justo equilibrio entre el juicio de Dios descrito en estos dos versículos y su benignidad, paciencia y longanimidad, entonces no se puede acusar a Dios de ser injusto e inmisericorde. La excelente bondad de Dios guía al arrepentimiento.