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Los débiles en la fe 14:1-23

Romanos 14:16-18
“No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres”


Es extraño pensar que algo que es en sí un bien, pueda ser “vituperado”, blasfemado o calumniado. El “bien” del cristianismo es, como lo traduce Lutero: “su tesoro”, la libertad espiritual, su justificación por la fe, su liberación de la ley. “Bien” significa aquí, aquel uso de la libertad cristiana por los que son fuertes en la fe, lo cual en sí ciertamente es bueno y agradable a Dios. Está claro, que lo primero para un cristiano es tener su conciencia limpia delante de Dios.

Jesús advirtió a sus discípulos que serían calumniados a causa del evangelio: “Bienaventurados sois por cuanto por mi causa os vituperen y os persigan…” (Mt.5:11). Pero en este pasaje no se trata de ser calumniados a causa del evangelio o por ser cristianos. Se trata de evitar manifestaciones de “libertad” que parezcan mal a otros hermanos en la fe y en cuyo caso, estos hermanos flacos en su fe blasfemen en contra de la “libertad” de los demás. Se debe tener siempre presentes a estos hermanos. El siervo de Dios no se pone en sujeción a lo humano, sino considera su camino a la luz de lo que ha de edificar a otros y servirles de bendición, de modo que los pequeños sacrificios que se realizan son manifestaciones de tolerancia que, a su vez son parte del “fruto del Espíritu” (Gá 5:22,23)

Parafraseando el versículo: “No pienses y actúes solo en tu libertad cristiana, sino piensa y actúa en lo que es mejor para tu testimonio ante tus hermanos en general. No pierdas tu libertad, pero úsala con cuidado”.

Este mismo espíritu inspiró a los apóstoles y ancianos, en el Concilio en Jerusalén, al enviar la carta a los hermanos gentiles de las provincias de Cilicia y Siria (Hch 15:22-29) pues confirmaron su libertad cristiana y al mismo tiempo les rogaron que se abstuviesen de ciertas prácticas que escandalizarían a los creyentes judíos.

¿Qué es el reino de Dios? Pablo lo explica: “El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. El reino de Dios no consiste en ninguna cosa externa que podamos hacer o no hacer “comida o bebida”, no es tradiciones de hombres.

El reino de Dios es la comunión viva con él de la cual goza cada creyente. El hombre que no haya tenido un nuevo nacimiento (Jn 3:3) no lo puede ver ni entender. Y desde que el Espíritu Santo descendió en el día del Pentecostés, los creyentes estamos viviendo en el Espíritu y no en la carne a la cual pertenecen las distinciones terrenales acerca de carne y “días”.

Para Meditar

El Espíritu Santo es el único que nos introduce en esta comunión con Dios y nos mantiene en ella, él solamente produce la “justicia” que Dios nos ha provisto en Cristo y se manifiesta en la santidad de vida; “la paz” con Dios primeramente y luego con nuestros hermanos; y un santo “gozo” que liberta al alma de sus penosas ansiedades. El alma siente una profunda satisfacción y una alegría santa al contemplar las maravillas de la salvación, y este gozo da lugar a la alabanza y la adoración



El apóstol nos señala que en este estado de justicia, paz y gozo “servimos a Cristo” nuestro Señor. Si así lo hacemos, los hermanos en la fe no encontrarán cosas secundarias para pelar, ni considerarán de importancia alguna los pequeños sacrificios necesarios con el fin de evitar heridas en las conciencias débiles.

Un cristiano que se preocupa por el reino de Dios y sirve a Cristo según las leyes de este reino, agradará a Dios y por consecuencia a los hombres. Los hombres no siempre admiten, pero aprueban al creyente que camina justamente, en paz y gozo divinos. Los hombres menosprecian a los meros enseñadores de la religión, pero pueden seguir a aquel que camina en el Espíritu.

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