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El apóstol Pablo en este punto desarrolla una nueva enseñanza; hay dos tendencias o “ dos yo” en el creyente, un yo, es el hombre interior que es identificado como mi mente o razón en el versículo 23; y el otro yo, es el hombre exterior y es por lo tanto inferior (2 Corintios 4:16) alejado de la obediencia a la voluntad divina, es depravado y es llamado “mi carne” mencionado en el versículo 18; también identificado como mis miembros en el versículo 23. Y estos están en guerra dentro del creyente, Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
Todo hombre en cualquier generación ha sido receptor pasivo de la herencia del primer padre de la humanidad, Adán, y su depravada desobediencia al Creador soberano. Sólo el encuentro con Jesucristo el segundo Adán, puede hacer libre al perdido de esta terrible herencia (Romanos 5:14; 1 Corintios 15:22, 45).