LBC Menú
Capítulos:
Sin duda que este fragmento se podría titular el pasaje de las contradicciones. Si bien Pablo se refiere directamente a sus coetáneos, éste aplica perfectamente a todo aquel que profese una religión o doctrina. Pablo alude al hecho conocido por todos, que el judío era por antonomasia el poseedor de la verdad y de una religión cuasi perfecta. Una doctrina que demandaba un estilo de vida diferente al resto de los demás pueblos. Por eso las preguntas directas y consistentes a sus paisanos: “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?” no hay peor maestro que aquel que cree no necesitar ser enseñado más. Cuando una persona dice tener experiencia en cualquier área de la vida y a la vez se resiste a aprender más, entonces está limitando su crecimiento y da un mal testimonio. Como dijera el gran educador estadounidense Howard G. Hendricks: “Si deja de crecer hoy, dejará de enseñar mañana”.
Bien, se puede ver en este pasaje a un judío que se considera a sí mismo como el docto de los ignorantes, “guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas…” pero, tiene un grave problema, quiere enseñar a otros sin desear ser enseñado él mismo. Amonesta que no se debe robar, pero el mismo es un ladrón; predica en contra del adulterio, pero es un adúltero de marca. Condena la idolatría, pero es un perfecto idólatra. Asimismo, sigue diciendo el Apóstol Judío que, “Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?”, en el original griego la palabra jactancia implica fanfarronear de la misma, hacer alarde o gloriarse.
Por consiguiente, lo anterior aplica a toda persona que dice profesar una religión o fe pero que vive en una permanente contradicción. En realidad, es una afrenta a la fe que profesa, una vergüenza a la comunidad que dice representar. No, no se trata de levantar el dedo acusador y flamígero en contra del pueblo judío. Ciertamente en su versión original Pablo los está acusando directamente a ellos, pero se tiene que recordar que la palabra también tiene su aplicación a los oyentes y leyentes de la iglesia de todos los tiempos, incluyendo a los creyentes del siglo XXI.
Los no judíos o sea los gentiles, hablan impíamente del Dios Omnipotente, el nombre del Señor es vilipendiado, es injuriado y calumniado y con la misma tranquilidad se inclinan ante los símbolos llamados sagrados y asisten a ceremonias religiosas de bautismos, bodas y veneración del “santo del pueblo”, a veces en completo estado de ebriedad. ¡Cuánta responsabilidad tiene el que dice que es cristiano o discípulo de Cristo, para no caer en situaciones semejantes, que avergüenzan la Obra del Señor!