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Muertos al pecado, Ro 6:1-14

Romanos 6:3-4
“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. "


Pablo continua aludiendo al conocimiento adquirido de los antinomianos de la iglesia en Roma que ya en todo caso, habían sido bautizados por inmersión como Jesucristo lo había enseñado (Mateo 3: 13-17) y establecido en el mandato de la gran comisión (Mateo 28:19; Marcos 16:16). De ahí que Pablo les recuerda esa verdad espiritual con la metáfora del bautismo en agua que simboliza la identificación visible del nuevo creyente con Cristo ( 1 Corintios 6:17, 10:2; Gálatas 3:27; 1 Pedro 3:21; 1 Juan 1:3) y la identificación con el cuerpo espiritual de Cristo, esto es, la iglesia. Mostrando al mundo la transformación de los creyentes justificados por medio de Jesús con su muerte y resurrección.

En el versículo 4 afirma: Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Pablo usa una analogía para enseñar que en la muerte al pecado, que sucedió por obra del Señor Jesucristo, el creyente debe identificarse con Él en su muerte, sepultura y resurrección. El bautismo dramatiza y hace objetiva la muerte al pecado que ya se dio en el creyente, así como ocurrió con Jesús cuando murió en la cruz y luego fue sepultado. El creyente es sumergido en las aguas y luego sale de estas como cuando Cristo salió de la muerte y resucitó para vivir eternamente. Así el creyente inicia una vida que será eterna junto a Jesús. El pensar retornar a la vieja vida es totalmente eliminado en la mente paulina, “andemos en novedad de vida”



Nota histórica

Los cristianos de la iglesia en Roma entendían a cabalidad la alegoría del bautismo. Sabían que el judaísmo requería a los gentiles que ingresaban a la fe judía, el tener que ser inmersos en un estanque con agua que los cubriera totalmente, ante la presencia de tres testigos y luego escuchar exhortaciones y bendiciones. Literalmente creían que este acto era una total regeneración y desde ese momento se les consideraba como niños recién nacidos.

Por su parte, los cristianos de origen griego también entendían la alegoría paulina del bautismo ya que ellos habían practicado antes religiones misteriosas, en las cuales para iniciarse en ellas, tenían que dramatizar una muerte seguida de un nuevo nacimiento para entrar en la eternidad. En el ritual conocido como el taurobolio, a la persona llamada moriturus, del latín, “el que va a morir”, se le enterraba totalmente en una zanja. Al concluir la iniciación se le hablaba y atendía como a un recién nacido que ahora era renatus in aeternum, en latín, es decir nacido de nuevo para la eternidad.

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