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La expresión “ahora pues,” nos habla de la solución que Dios da a la condición anterior. Evidentemente el hombre no nace de nuevo para continuar esclavizado al pecado (Ro 7:14). Dios envió su Espíritu para que la victoria alcanzada por Cristo en la cruz sea realmente efectiva en la vida de cada cristiano. El término “ninguna condenación”, habla de dos asuntos:
Primero, habla de la ley condenatoria de Dios: todo aquel que nace, nace en pecado (Salmo 51:5; Ro 5:12), debido a la maldición heredada desde los inicios de la humanidad (Génesis Cap.3).
Como consecuencia el hombre se ve “obligado a pecar” debido a la condición de su propia naturaleza. Pero si estamos en Cristo, no tenemos esa condenación, puesto que nuestra naturaleza ha sido cambiada, ahora somos nuevas criaturas en Cristo Jesús (2 Co 5:17), somos hechura suya en Él (Ef 2:10), Dios nos llama santos (Ef 2:19), y ya no estamos condenados a vivir una vida de miseria espiritual.
Segundo, se refiere a las consecuencias del pecado, a la maldición de éste (p.ej. Deut 28), como enfermedad y angustia derivadas de una vida pecaminosa. El Señor pagó el castigo de nuestra paz y por sus llagas fuimos curados (Isaías 53:5).
“Estar en Cristo” significa no andar conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Pablo revela cual es la ley a la que todo cristiano debe estar sujeto, a la ley de Espíritu de vida en Cristo. Ésta es la ley de fe en los méritos del Señor que da por concluida de una vez por todas el régimen de la ley del pecado y de la muerte en el creyente. Expresa que, si andamos en el Espíritu, el pecado no puede enseñorearse de nosotros (Ro 6:14) y tampoco experimentaremos la forma como el pecado paga: la muerte (Ro 6:23).