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Dios tiene un plan perfecto para alcanzar a la humanidad y le dará continuidad de forma que muchas veces no se alcanza a comprender; cómo fue que le sucedió a Pedro. Él fue educado bajo la ley de Moisés y todavía arrastraba consigo las tradiciones y costumbres judías, una de ellas era orar a la hora sexta, esto es al mediodía, por lo que Dios tenía que tratar primero con la mente de Pedro, para liberarlo de todos sus prejuicios y prepararlo para lo que venía: predicarle a los gentiles.
Es por eso que Dios le presentó un cuadro para que entendiera lo universal del mensaje. Esa visión donde bajaba un lienzo con todo tipo de animales impuros de los cuales el pueblo judío no participaba (Lv 11:1-47) y escuchar la orden de “mata y come”, estaba en contra de sus principios, valores y cultura; por eso su protesta ante la orden divina. Sin embargo, el Señor lo confronta diciéndole “lo que Dios limpió, no lo llames tú común” para que de esa forma hiciera su voluntad. Pedro fue dirigido siempre por el Espíritu Santo y fue obediente.
Jesucristo liberó al creyente de la ley y del pecado. El creyente de acuerdo a la resolución que se llegó en el primer concilio celebrado en Jerusalén (Hch 15:20, 21:25) en cuanto a la comida se refiere, le fueron prohibidas dos cosas: no comer la carne de un animal ahogado (es decir al matarlo se tiene que derramar la sangre) y desde luego no comer la sangre de algún animal “porque la vida de la carne en la sangre está.” (Lv 17:10-11).
Es necesario como creyentes, dejar de lado todo prejuicio y religiosidad que impida la madurez y que obstruya la obra de Dios, buscando ser guiado siempre por el Espíritu Santo.
De acuerdo a los usos y costumbres del medio oriente, las casas construidas en esa región del mundo, estaban construidas con paredes de piedra y arcilla (adobe), los techos eran un tipo de enramada (juncos y ramas) construida de forma compacta, sujetándola a varios barrotes de madera y poniéndole grava y tierra sobre ella. Las casas contaban con una escalera exterior hecha de piedra para llegar a la sima del techo, el cual estaba acondicionado para varios usos: para dormir, como almacén y como un lugar de adoración y oración. Entre otros usos.