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Por el testimonio de Pablo en Gálatas 1:11-24 y 2 Cor.11:32,33 en relación a su conversión, llamamiento y experiencia en sus primeros años como discípulo de Cristo, y las referencias del texto anterior; llegamos a las siguientes conclusiones: Pablo permaneció solo unos días testificando a los judíos en Damasco; posteriormente y después de permanecer un tiempo indefinido en Arabia (posiblemente en la provincia de Siria que gobernaban los árabes nabateos), regresa a Damasco, donde anuncia con más convicción el evangelio que recibió directamente por revelación de Jesucristo. La expresión: “pasados muchos días” (19:23), puede ser la referencia a los tres años que permaneció en esa ciudad y de donde salió luego para Jerusalén.
Ya en Jerusalén, no se terminan sus problemas, puesto que los mismos discípulos le tienen temor y se apartan de él; también los judíos helenistas pretenden matarlo. Es terrible que esta actitud de querer desaparecerlo, se repite una y otra vez, precisamente por judíos celosos y extremistas que lo veían como una amenaza a sus tradiciones y no querían saber nada de Jesús el Mesías.
En este breve tiempo en Jerusalén (quince días), es introducido a los apóstoles Pedro y Jacobo, por Bernabé quien indagó diligentemente la historia de Saulo, antes de hablar por él.
Saulo parece estar dirigido hacia su mismo destino hasta que es enviado a Tarso de Cilicia, debido que había nacido ahí (22:3), posiblemente tenía parientes en ese lugar y habría que ganarlos para Cristo. Por este tiempo, comenzó a relacionarse especialmente con los judíos de Asia menor y por ahora, durante su estancia en Jerusalén con los apóstoles Pedro y Jacobo como lo describe en Gálatas 1:18-19.
Tarso, ubicada al sudeste de Asia menor, tenía unos 500 mil habitantes. Estaba situado a lo largo de las riveras del rio Abana y rodeado por tierras muy fértiles. Tarso, como capital de la provincia de Cilicia, no era una ciudad ordinaria (21:39), gozaba el privilegio de conceder la ciudadanía romana a quienes nacieran dentro de sus murallas (22:3). Saulo de Tarso, debido a sus conocimientos y a su ciudadanía (ya que estaba al servicio del sanedrín), era una persona distinguida en el mundo judío.