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La frase “El Dios de nuestros padres”, hace alusión a las palabras dichas por Dios a Moisés en el monte Horeb: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob” (Ex 3:6) El apóstol Pablo usó estas palabras para certificar su llamado como apóstol.
En el versículo 14, Pablo explicó que Ananías le hizo saber los planes que Dios tenía para él. Primero, que le haría conocer su voluntad, segundo, “ver al justo” (nombre dado a Jesucristo en el Nuevo Testamento (Hch 3:14; 7:52; 1 Jn 2.1) y tercero, escuchar la voz de Dios a lo largo de todo su ministerio.
El mandato del Señor Jesucristo había sido: “id por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura” (Mr 16:15) y así ha sido para todos los creyentes hasta el día hoy. Pablo relató en su testimonio que Ananías le había declarado como un “escogido”del Señor para predicar a todos los hombres en todas las naciones. Cabe notar que en esta ocasión Pablo evitó usar la palabra “gentiles”, para no provocar a celo a los oyentes.
En esta narración Pablo dio un resumen práctico sobre el bautismo, el cual lleva el simbolismo de lavamiento de pecados en el nombre de Jesús. Pablo primero se arrepintió, luego reconoció a Jesús como Hijo de Dios y salvador, y finalmente se bautizó en agua como testimonio público. Pablo dio los pasos que todo pecador transformado debe de dar.
Pedro especificó algo similar cuando terminó su sermón del pentecostés: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados” (Hch 2:38).