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Felipe enfrenta una nueva misión, ahora Dios le lleva a un camino donde ha de encontrarse con un funcionario etíope, hombre principal entre los que servían a la reina de Etiopía. Esto representa un desafío importante para el evangelista, la elevada posición del etíope lo revela el hecho de que contaba con un ejemplar del libro de Isaías, algo que no estaba al alcance de muchos en aquellos tiempos, por otro lado, sólo quienes tenían una posición económica alta podían tener el privilegio de tener un carro para viajar. Esto implica que Felipe debía ser tener valentía para acercarse a él, lo cual hizo con prontitud y obediencia.
En este pasaje podemos ver que, a fin de compartir la palabra es necesario ser audaz, y para serlo necesitamos ser obedientes. En obediencia, Felipe fue a ese camino del desierto, en obediencia se acercó al etíope. Y es que, cuando decidimos ser obedientes a la voz de Dios se abren puertas para el evangelismo. Con frecuencia podemos perder la oportunidad de exponer nuestra fe, por no atrevernos a tomar la iniciativa quedándonos callados, o bien, por no llevar el curso de la conversación al tema del Evangelio, sino a cosas triviales. De manera pues, el ser obedientes a la gran Comisión y a la dirección de Dios en nuestras vidas, eso es lo que nos convierte en audaces testigos de Cristo.