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Pablo estaba privado de su libertad, para ir a donde quisiera, pero no estaba incomunicado, ni en la cárcel, el vivía en el palacio que Herodes construyó en ese lugar, el centurión más que vigilar que no se escapara, le cuidaba para que no sufriera algún daño. Además los hermanos que vivían ahí o los que deseaban visitarle podían hacerlo, entre ellos Felipe el evangelista, que vivía en Cesarea, quien tenía cuatro hijas que profetizaban (21:8,9). Ellos apreciaban mucho a Pablo además de ser creyentes hospitalarios.
Cuando un creyente cae en cama con mucha necesidad económica o por un tiempo prolongado; cuando se cae en una cárcel, no siempre porque se haya infringido la ley, como el caso de Pablo quien era inocente y estaba dentro del plan de Dios; la iglesia debe actuar con misericordia, ayudando al necesitado, especialmente a los domésticos de la fe.
