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Pablo en su calidad de ciudadano romano y por no tener ningún cargo que fuera delito ante la ley romana, podía escoger lo que mas le convenía. En este momento sucedió algo inesperado para Festo, Pablo respondió que estaba ante el tribunal jurídico de César, no ante César físicamente, pero si, ante un representante que podía dictar sentencia. Consciente de que no había cometido ninguna falta, se fue al otro extremo y le dice pero si hubiera algún delito digno de muerte no me opongo a morir, y argumentaba pero si no hay pruebas de lo que éstos me acusaron, en otras palabras soy libre, además nadie puede ceder para agradar a otros.
Si Pablo hubiera visto una buena disposición de Festo de actuar con justicia apoyando su inocencia, en lugar de querer ganar el apoyo o simpatía de los judíos, el juego fuera más parejo. Pero Festo quería regresarle a Jerusalén con los corruptos eclesiásticos que la primera vez, no dejaban de gritar muera, muera; no iba a obtener ninguna justicia, la salida que encontró fue apelar al César.
Pablo tuvo que usar su derecho como ciudadano romano de apelar al poder supremo, que se usaba en caso de vida o muerte, este basado en una antigua ley que protegía a los ciudadanos del imperio romano. Ya que no tuvo confianza en la imparcialidad de este tribunal subordinado.