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Debió haber sido algo muy difícil para Pablo decirles a los hermanos que amaba y apreciaba tanto, que ya no los vería más. Pero fue imperante pronunciar una trascendente declaración: “estoy limpio de la sangre de todos”. Pablo quería recalcar que él les había enseñado todo lo que pudo en el tiempo que estuvo con ellos y que ahora era responsabilidad de ellos obedecer la Palabra de Dios. De alguna manera su declaración es una advertencia para que todos los “obispos” pudieran decir lo mismo en su tiempo y en todos los años siguientes, hasta la venida de Cristo.
La palabra “obispo” proviene del griego episkopos y se aplica a quien es pastor. Fuertemente se recomienda leer el Artículo “Los Obispos y sus deberes” en la Biblia de Estudio Pentecostal pág. 1554, publicada por Editorial Vida, Deerfield FL, 1993. Así como los requisitos morales de los obispos en la pág 1740 de la misma Biblia.
Tal como Pablo hizo con ellos (Hch 19:10), ahora era su turno como pastores (obispos), de cuidar y nutrir espiritualmente a las iglesias locales de las cuales ellos eran responsables. También les recordó que la iglesia no les pertenecía, sino que le pertenecía a Cristo, quien la había comprado a precio de sangre.
Por último, les enfatizó el precio que ellos también tendrían que pagar. Tendrían que dedicar tiempo y hasta lágrimas para cuidar al rebaño de Cristo de los “lobos rapaces” y los falsos maestros (Mateo 7:15). Les advirtió que no se debían sorprender que algunos de estos falsos maestros salieran de en medio de ellos, por lo cual siempre deberían estar vigilantes.