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De repente un ángel anestesió a los soldados. Sin embargo, Dios ni el ángel hicieron lo que Pedro tenía que hacer por sí mismo. El tuvo que ponerse sus ropas, sus sandalias y seguir las indicaciones precisas del ángel. Es decir, simplemente obedecer. La parte humana y la parte divina implícitas en todo milagro. Dice el canto antiguo pero vigente como principio: “Obedecer, cumple a nuestro deber, si queréis ser felices, debéis obedecer”. Lo que solo puede hacer Dios, Él lo hace; pero requiere que el hombre haga lo que es humano. (Comentario de la Santa Biblia III ,Adam Clarke, pág. 267)