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Al final de este relato del alboroto en Éfeso, se levanta el escribano de la cuidad, quien era el secretario de la misma. Y dada su posición de autoridad, logró calmar la multitud y expuso los argumentos necesarios para que se apaciguara y disolviera la asamblea.
El primer argumento que expuso fue el establecer que nadie podía negar la creencia que ellos tenían en su diosa Diana. El segundo fue el aclarar que no los podían acusar de ser ladrones (sacrílegos) ni blasfemos de su diosa puesto que no había evidencias que su mensaje fuera directamente en contra de sus diosas. Y para el tercer argumento, siendo que eran una ciudad civilizada, aludió a su conciencia civil y de orden, recordándoles que existían maneras legales de realizar una acusación formal. Era necesario que acudieran a una audiencia ante los procónsules y de esa forma se realizara un juicio ante una asamblea legítima y no como la que se estaba presentando en ese momento.
Finalmente el escribano les advierte que al no disiparse la muchedumbre presente, aquello que estaban efectuando podría interpretarse como una asamblea ilegitima que se quería levantar en contra del gobierno. Según su apreciación no había justificación alguna para la aglomeración de miles de personas ese día. Al culminar su discurso, la asamblea se retiró.
se nombraban procónsules en las ciudades que eran pacíficas, para que gobernasen a nombre del imperio. Éstos respondían al senado romano. Cuando se trataba de áreas belicosas y rebeldes, se nombraban procuradores, como era el caso de los judíos en Palestina, los cuales respondían directamente al Emperador. Con todo, esta manera de proceder habla bien del Imperio Romano con un gobierno de leyes, bajo las que todavía estudian los abogados, como “Derecho Romano” .