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Después de los terribles sucesos de la noche, ya con el vislumbrar de los primeros rayos del sol, el apóstol exhorta (Parekelei: los anima, los invita, les solicitaba fervorosamente) a ingerir alimentos ya que necesitan de fortaleza física para continuar sus esfuerzos. Nuevamente llega a la mente del hombre de Dios lo expresado por el Señor Jesús y el cuidado que tiene de los suyos (Mat.10:30,31), “pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá”.
Con una preocupación filial el hombre de Dios les hizo patente su estado vulnerable debido a la ausencia de descanso y de alimento por 14 días. Por segunda vez les ruega (parakaleo) a ingerir alimento tal como Lucas y Aristarco se preparaban para hacerlo. Tal había sido el testimonio de Pablo como vocero de la voluntad divina y ahora con atención a las necesidades de los que navegaban con él, que se prepararon a ingerir alimentos, no sin antes permitir que el apóstol diera honra y gloria al que los había salvado y que les había provisto en ese momento de fuerzas y alimento, por medio de una oración.
En este pasaje Lucas relata uno de los momentos más elocuentes del poder del evangelio a través de Pablo, y su enorme fe práctica en medio de la oscuridad y las desesperanzas de la vida. Viéndolo, todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también (v. 36). El conteo según Lucas era de 276 personas a bordo (cifra que aparece en el más antiguo manuscrito uncial griego conocido mejor como Códice Vaticano según Wescott y Hort). Tras haberse alimentado decidieron arrojar al mar lo restante de la carga de cereales.
En todo el tiempo de severa prueba el apóstol Pablo se mostró como ejemplo para todos los cristianos en:
1). Valor en el peligro vv. 21,22.,
2). Confianza en Dios vv. 23-25., y
3). Conservando el control en la crisis vv. 31-36. Comentario Bíblico Beacon, Tomo VII, Hechos de los apóstoles. Pg. 571.