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Desde Antioquía, y luego en Iconio, se fortaleció un grupo de enemigos del evangelio que llegaron a Listra, justo en el momento que más daño podrían causar. La algarabía por la visita de Júpiter y Mercurio se transformó en decepción; y la multitud antes emocionada, ahora está enardecida, situación que fue astutamente aprovechada por aquellos judíos que una vez más persuadieron a la multitud, quizá con las mismas artimañas usadas anteriormente pero que aquí encontraron eco en una multitud manipulable.
No nos dice la narración por qué solo a Pablo alcanzaron a apedrear, pero es probable que sea porque no pudo escapar de ellos. Lo cierto es que el ataque fue feroz, tanto así que lo creyeron muerto después de una lluvia de piedras que deben haber sepultado al apóstol. Bajo esta condición y conscientes de lo que un asesinato de esta naturaleza podría causar, deciden sacar el cuerpo de Pablo a las afueras de la ciudad y dejarlo ahí a su suerte.
El pero que continúa en la redacción, muestra un alto en los propósitos humanos provocado por la unidad de los discípulos. El plan de aquella furibunda multitud era abandonar; pero los discípulos rodean, cubren; simbólicamente protegen a su hermano en la fe. Puede entenderse que, rodeando su cuerpo, no sólo lo mantuvieron bajo su cobertura y protección física, sino espiritual, pues la actitud de rodear su cuerpo implica intercesión a su favor. Más allá de que se pueda suponer que Pablo realmente estaba muerto y el acto narrado es el de su resurrección, (aunque el pasaje no da pie para esto al usar el autor la expresión pensando; es decir que suponían, pero no confirmaron su muerte), sí es posible notar un poderoso milagro de sanidad, pues se levantó, entró a la ciudad y al día siguiente salió.
Actividades que da por sentado el autor que realizó por sí mismo; es decir, en pleno uso de sus facultades físicas; lo cual resulta no otra cosa sino un poderoso milagro de Dios, pues todo esto sucedió a escasas horas de haber sido enterrado bajo un alud de piedras que golpearon su cuerpo.
La multitud lo apedreó, pero los discípulos lo buscaron
La multitud lo abandonó, pero los discípulos lo rodearon
La multitud lo creyó muerto, pero los discípulos oraron por él
La multitud no esperó verlo de nuevo, pero los discípulos lo vieron y se gozaron con él.
La importancia que tiene la unidad de la iglesia es vital para el desempeño de todo ministerio. Pablo fue bendecido con el apoyo de los discípulos y gracias a ello pudo seguir adelante en el llamado de Dios para su vida. Cuando veamos a un hermano lastimado por las piedras del desprecio, la lluvia de críticas y el abandono del mundo, es tiempo de rodearlo, interceder por él y gozarse juntos en el poder milagroso de un Dios que da vida y fuerza al cansado.