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El siguiente reto misionero se presentó en la ciudad de Tesalónica donde, narra el doctor Lucas, había una sinagoga de los judíos. Claramente el historiador sagrado describe lo que para entonces es ya una estrategia bien declarada. Pablo se dirigía a los judíos aprovechando su estatus de rabino y fariseo. Este recurso le sirvió como un medio de introducción donde quiera que se presentaba y era sin duda una valiosa herramienta para conectarse con la ciudad y sus habitantes. Aun cuando su objetivo principal eran los gentiles, no desaprovechó ninguna oportunidad para predicar el evangelio a sus compatriotas, esperando que ellos pudieran escuchar y aceptar al Mesías. Es por ello que durante tres días de reposo se concentró en predicarles, explicándoles con las Escrituras el ministerio del Mesías e identificándolo directamente con Jesús de Nazaret.
El dominio que Pablo tenía de las Escrituras le daba la autoridad para poder discutir ampliamente, pero además hizo uso del debate con un claro objetivo: evangelizar. Qué tristeza que hoy en día personas con poco y casi nulo conocimiento de la Biblia intentan debatir sobre la misma; y además lo hacen sin la más mínima intención de proclamar el evangelio y sí, sus ideas o postulados. La iglesia necesita estudiar las Escrituras con seriedad y profundidad, pero no con el objetivo de adentrarse en discusiones teológicas estériles, sino con el propósito de sacar al mundo de su oscuridad y llevarlos a Jesús, el Cristo.
Algunos creyeron, muchos griegos y muchas mujeres nobles. Esta cosecha de almas se dio en menos de un mes de trabajo del apóstol y su equipo misionero. El uso que el autor hace de los calificativos de número: “algunos”, “gran número” y “no pocas”, muestra las diferentes esferas de labor evangelística del apóstol Pablo. Entre los judíos, y pese a su renuencia a aceptar a Jesús como el Mesías, un número aceptable de ellos reconocieron los argumentos escriturales que se les entregaron y rindieron su vida al mesías nazareno, y todo lo que esto significaba, comenzando -tristemente- por granjearse la enemistad y rechazo de los demás judíos, además de la expulsión de la sinagoga.
El término “griegos” bien puede referirse a judíos prosélitos; es decir gentiles que se habían convertido a la religión judía y que ahora estaban aceptando a Jesús como el Mesías. También puede hacer referencia a gentiles que veían con buenos ojos la religión judía y que buscaban tener una relación con ellos, aun cuando no significara que se convirtieran en judíos prosélitos; esto es posible ya que aun en el templo de Jerusalén había un espacio llamado el atrio de los gentiles, donde podían participar las personas de otras nacionalidades, lo cual era también una práctica común en las sinagogas de todo el mundo, por lo que era una posibilidad factible que tales gentiles escucharan el mensaje del evangelio.
Por último, la cita sobre las mujeres da la idea de que éstas, judías y griegas también, al igual que los gentiles, tenían un espacio desde donde podían escuchar las enseñanzas de la sinagoga y por lo tanto les fue posible recibir la predicación de Pablo. Predicaba a sus connacionales, en un espacio desde donde los no judíos podían escucharle también; e incluso las mujeres, que como ya se vio en el capítulo anterior, en muchas ocasiones fueron clave para la expansión del mensaje de la iglesia a judíos y a griegos.