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La primera (22:1-21) y la tercera defensa son similares, aunque la primera fue dirigida al pueblo y ésta al rey agripa II, (Ver comentario de 22:3) aquí omite hablar de quien fue su maestro, pero recalca que desde muy joven siempre estuvo en el seno de su nación, en Jerusalén, y aunque nadie quiso dar testimonio de que esto era verdad, todos lo sabían, que había sido un fariseo viviendo una vida recta de acuerdo a su religión, sin mancha, como en su defensa ante el pueblo y ante Félix, lo había externado. Agripa II conocía muy bien los principios, su padre había sido un rey que defendía al judaísmo y él sabía a que se estaba refiriendo Pablo.
Al referirse a la “rigurosa secta religiosa”, no lo toma en el sentido que se le da actualmente a la palabra, sino como una rama del judaísmo. Los fariseos defendían celosamente la ley de Moisés y todos los mandamientos y profecías del Antiguo Testamento.
Herodes Agripa II, era el bisnieto de Herodes el Grande, el rey que mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores (Mt 2:16); Herodes Antipas hijo de Herodes el Grande, abuelo de este Agripa, mandó decapitar a Juan el Bautista (Mt 14:3-8); Herodes Agripa I, su padre, mandó ejecutar a Jacobo hermano de Juan (Hch 12:1). Asombra que en esta ocasión sin ningún temor, Pablo estaba compareciendo ante Herodes Agripa II. Seguro que conocía esta dinastía cruel, cubierta de la sangre de los primeros mártires cristianos.
A diferencia de Tértulo, el abogado que los judíos habían llevado para acusar a Pablo ante Felix, (24:1-4) que quiso hablar brevemente; Pablo le pide a Agripa II que le escuche con paciencia y atención.
Le informa Pablo al rey Agripa que le va a presentar argumentos verdaderos que el podría entender muy bien y comprender las bases del evangelio de Cristo. Con el rey Agripa podía establecer el contacto que necesitaba, pues era judío y entendía bien el judaísmo y conocía la Ley y a los profetas. Era la persona indicada para dar un informe claro y real a Festo.