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Los celos de los judíos de Tesalónica no tenían medida. No se conformaron con saber que Pablo y Silas ya no estaban en su ciudad, ni con haber causado un alboroto en la ciudad y atraerse vergüenza propia al llevar ante las autoridades a Jasón sin lograr para él castigo alguno. Ni aprendieron la lección del fracaso sobre el uso de las multitudes, para tratar de hacer daño a los predicadores itinerantes. Viajaron hasta Berea con el único propósito de detener el trabajo de Pablo. Cuánto rencor se había anidado en su corazón provocado por aquellos celos enfermizos.
La reacción de Pablo y la iglesia fue inmediata y sabia. Al ser Pablo la figura pública, es a éste a quien enviaron lejos para calmar los ánimos, pero Silas y Timoteo, se quedaron para seguir atendiendo a los nuevos creyentes de Berea. Para mayor seguridad de Pablo, dos o más hermanos lo acompañaron en el viaje de huida que no terminó hasta llegar a la ciudad de Atenas. Cuánto amor y atención de los nuevos conversos para con el siervo de Dios, lo cuidaron y encaminaron hasta dejarlo en la seguridad de una ciudad lejana donde la mano de aquellos judíos maliciosos no pudiera alcanzarlo. Pablo, agradecido, los despide de regreso a Berea con instrucciones para su equipo de trabajo y se instala en la ciudad.
la acción de Pablo, de moverse rápidamente del lugar en donde pudieran hacerle daño, no es de cobardía, sino de sabiduría. En Hechos Cap. 12:6-19 se narra la ocasión cuando Pedro fue sacado de la cárcel por un ángel y se fue a casa de María, madre de Marcos, en donde estaba un grupo orando por su liberación. Pero, nótese, que no se quedó allí, por que sabía que lo buscarían, sino que “salió y se fue a otro lugar” (v.17). No pensó que el ángel lo seguiría protegiendo. Actos de temeridad han detenido avivamientos o truncado la vida de pastores, que han actuado con temeridad.