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El famoso decálogo contiene dentro de sus mandamientos la prohibición explícita y contundente sobre la idolatría en Deuteronomio 5:6-10: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.
Esteban, cita Amós 5:25-26, para confrontarlos con su pecado de idolatría, diciendo que adoraban a Moloc y a Ranfán. Sin embargo, cuando Moisés bajó del Sinaí encontró que adoraban un becerro. – ¿Por qué ese animal?, sencillamente porque los egipcios adoraban a Osiris, dios de las profundidades y del Río Nilo, representándolo como un toro. Tal es la fuerza negativa de la cultura, a pesar de vivir milagros tan extraordinarios. Por algo Dios les ordenó cuando llegaron a la tierra prometida que destruyeran los pueblos y sus dioses, y que jamás emparentaran con ellos. Parece una orden cruel, que hace aparecer a Jehová como un dios de sangre, pero el Señor sabía que era la única forma de librarlos de la idolatría. Todavía necesitaron muchos golpes duros en un período de casi mil años, hasta que fueron llevados cautivos a Babilonia y su existencia como nación independiente se perdió para siempre.
Cuando Esteban les dice a sus oyentes y acusadores: “Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis”, está preparando el camino para la aplicación contundente de su mensaje, es decir, aplicarlo en el mismo Jesús, y su ministerio profético, de quien Esteban predicaba y por el cual fue detenido. Hechos 6:14 lo narra: “le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos dio Moisés”
el conocimiento de la palabra de Dios se adquiere a través de un compromiso serio de lectura diaria de la biblia, la decisión de congregarse fielmente, además de involucrarse en el servicio para el crecimiento integral. Esteban hizo lo propio, fue elegido como diácono, fue un predicador de éxito respaldado por el Espíritu Santo y se cumplió en él lo prometido por Cristo en Marcos 16:20: Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.
En el contexto latinoamericano, es recurrente la práctica idolátrica, no solo en términos de la adoración de imágenes o figuras, sino de poner en primer lugar cualquier cosa u objeto antes que al Dios omnipotente, rey de los cielos y del universo. Esteban pues, con este tema, está preparando la estocada final y aplicación de su discurso como se verá más adelante.