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Saber la voluntad de Dios no siempre implica rapidez en el cumplimiento de su voluntad. Llegados a Filipos todavía tardaron unos días en empezar a predicar. ¿Qué hicieron durante esos días? Bien pueden haber sido días de exploración para conocer la ciudad, su cultura, sus costumbres; un tiempo de adaptación a la ciudad siempre será útil para iniciar el trabajo de la predicación del evangelio. En este caso, el tiempo transcurrido ayudó para encontrar a la comunidad judía de la ciudad y saber cómo desarrollaban su vida en la ciudad; lo que los llevó a descubrir que los judíos hacían reunión de oración a la orilla del río. Llegado el día planeado se acercaron a las mujeres judías que se reunían ahí para la oración.
Aquí aparece una mujer de Tiatira, llamada Lidia. Tiatira era una ciudad del Asia menor, (la cual se menciona en Apocalipsis 2:18-29 como una de las 7 iglesias de Asia. La tradición menciona a Lidia como la fundadora de la iglesia) en donde una de las principales actividades era elaborar la púrpura para teñir telas valiosas. Comerciar con ella lejos de su tierra era algo muy común, lo que hace normal encontrar a un comerciante de este exquisito producto en tierras tan lejanas, lo que no es tan común es que la comerciante fuera mujer.
Comerciante y temerosa de Dios, Lidia es la persona indicada para abrir las puertas de la ciudad, al evangelio. El premio a la paciencia y dependencia del Espíritu Santo, se revela en este caso una vez más. Si hubieran ido antes o después, ¿estaría la comerciante Lidia en el río, durante la oración? Fueron el día exacto guiados por Dios para encontrarla, y de ahí nació una relación de discipulado que llevó a la conversión y bautismo de ella y de toda su familia, lo que la guió a desarrollar un espíritu de servicio para los siervos de Dios.
“Nos obligó a quedarnos”, expresa la forma en que porfió hasta convencerlos de permitirle hospedarlos y atenderlos en su casa como muestra de su agradecimiento por haberle entregado el mensaje de la salvación.