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La historia bíblica menciona a Esteban como el primer diácono nombrado para asistir en la distribución equitativa de los alimentos a las viudas de los creyentes judíos de origen griego, (Hechos 6:5), agregando que era “varón lleno de fe y del Espíritu Santo”. Se había levantado una acusación de que éstas eran desatendidas, privilegiando a las viudas de los discípulos hebreos, es decir de los que se habían formado en Judea. Este fue uno de los primeros ministerios de asistencia social que la iglesia incipiente de Jerusalén inició como testimonio del cambio que el evangelio hace en las personas: el amor por el prójimo.
Las características especiales que lo distinguían: “… varón lleno de fe y del Espíritu Santo,…” fueron comprobadas tiempo después, porque Esteban no solo fue fiel en el servicio de atender a las viudas griegas y judías, sino por su poderoso ministerio que Dios le concedió desempeñar: “Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo”, una sencilla pero poderosa enseñanza para los diáconos contemporáneos, no se trata de colaborar solo en la administración de la iglesia, también es válido y necesario contar con un ministerio lleno del poder del Espíritu Santo que dé cuenta del respaldo divino para la salvación de la almas y de hacer la señales que deben seguir a todo fiel creyente.