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Al tocar tierra, después de dos semanas de segregar intensa adrenalina, en medio del frío y la lluvia llegaron a la isla de nombre Malta (en lenguaje semítico significa lugar de refugio ). Los habitantes eran de origen fenicio de modo que en siglos anteriores los barcos mercantes de islas vecinas atracaban en los óptimos puertos de Malta por ser un lugar adecuado de resguardo para la temporada de tormentas de invierno. En el año 218 a.C. el imperio romano tomó posesión de la isla integrándola a la provincia de Sicilia.
Ya para el tiempo del viaje de Pablo a Roma, los habitantes hablaban latín, junto al fenicio, su lengua madre. Es de acotar que a los isleños oriundos de Malta -en la revisión Reina Valera 1909- se les denomina barbaros (barbaroi), debido a que tanto los griegos como los judíos llamaban así a cualquiera que no fuera de su pueblo, al parecer no era una descripción peyorativa. Los habitantes de la isla de Malta eran personas bondadosas, que al ser testigos de la tragedia de la tripulación que tocaba sus playas encendieron una fogata, para que los 276 tripulantes sintieran menos el clima adverso.
La proclamación de la gran comisión, ahora como ayer, debe ser notificada a todo tipo de personas, a los presos, a expertos en la materia, a los gobernantes, a quien el Señor ponga al alcance. La función de la iglesia entre otras cosas, es de orar porque surjan hombres que estén capacitados para compartir las buenas noticias llenas de esperanza, ganadas con la vida, obra, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.