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Pablo ya podía considerar la oposición como algo natural durante su ministerio; pero esta ocasión se añade una declaración de blasfemia de parte de los judíos de Corinto que llevó a Pablo a tomar una actitud todavía más radical. La conocida acción de sacudir sus vestidos y limpiarse de toda culpabilidad se sostiene en el hecho de que estos judíos han blasfemado contra Dios, y en este caso Pablo quería dejar muy en claro su posición al respecto. Podía tolerar y aceptar gustoso la persecución pues era parte de su ministerio, pero la blasfemia no lo dañaba a él, sino a quien blasfemaba.
No deja de llamar la atención el hecho de que Pablo salió de la sinagoga, pero no se fue muy lejos, pues la casa de Justo, donde decidió continuar su ministerio de predicación ahora también con los gentiles, estaba justo a un lado de la sinagoga. Debió ser algo complicado para todos, pero eso no detuvo al apóstol, quien comenzó a ver el crecimiento de la obra. Crispo, principal de la sinagoga, se convirtió con toda su familia, y muchos otros comenzaron a creer, fueron bautizados y dieron forma a la iglesia de Corinto en la casa de Justo.
Es en este contexto de crecimiento que Pablo recibió una visión. Fiel a su costumbre, lo más probable era que al ver la iglesia crecer de manera sana y constante, Pablo pusiera sus ojos en otro lugar para viajar y seguir con la expansión del evangelio, pero la visión lo detuvo y lo invitó a quedarse en la ciudad. Muy probablemente el temor de Pablo era permanecer por mucho tiempo en un lugar y sufrir algún ataque mayor que le impidiera salir a predicar a otra ciudad, por lo que la visión comienza con una frase que provee seguridad al apóstol: “No temas”. Con semejante promesa del Señor, Pablo se quedó por 18 meses en la ciudad, más que en cualquier otro lugar hasta ese momento. Esas palabras nocturnas, se suman a muchas más ocasiones, en que el buen Señor personalmente habló a su preclaro apóstol. (Hechos 9:3-16; 22:18-21;23:11,27,23:26 y 2ª Co 12)
Las dulces palabras de Jesús, susurradas a los creyentes en sus tribulaciones, han confortado a través de los siglos, en días grises, en momentos de angustia y dolor, cuando parece que todo ha terminado, ya sea a través de la Palabra, de un sueño, o a través de un hermano, han sido las mismas: “bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”